LAS EMOCIONES, ESAS GRANDES DESCONOCIDAS

¡Hola a todos y todas! Esta semana, a las puertas de la Navidad, quiero hablaros de las emociones. ¿Por qué en estas fechas? Porque aunque son días llenos de alegrías y felicidad, el hecho de salir de nuestras rutinas y tener que adaptarnos a horarios agotadores, hace que nuestras emociones y, sobre todo, las de nuestros hijos, estén a flor de piel. Por ello me parece muy oportuno hablaros un poco de esas amigas que controlan nuestro cerebro para, de esta forma, poder entender mejor a nuestros hijos.
Si bien es cierto que el estudio de las emociones y su importancia en el desarrollo del ser humano ya viene de atrás, no es hasta hace relativamente poco tiempo cuando la sociedad en general empieza a tomar consciencia de esa importancia. Y me atrevo a decir que una de las personas que primero acercan las emociones a la sociedad en general es Daniel Goleman con su libro Inteligencia Emocional permitiendo un enfoque más amplio de la inteligencia humana.


Hoy en día sabemos que las emociones no hay que reprimirlas como nos enseñaron a nosotros. Ya no valen esas frases típicas como: ya eres mayor para llorar, llorar es de nenaza, no tengas miedo que es una tontería…y otras joyas de ese calibre con las que hemos crecido muchos de nosotros y, tristemente, se siguen oyendo a diario en las comunicaciones adulto-niño.
¿Por qué se está haciendo tanto hincapié en la necesidad de educar a los más pequeños en la Inteligencia Emocional? Hoy sabemos que las emociones son imprescindibles para aprender: sin emoción no hay aprendizaje

Pensemos en los niños con poca tolerancia a la frustración, incapaces de aceptar una negativa o que no respetan a sus iguales. Es más que probable que el día de mañana se conviertan en adultos incapaces de comprender a los demás, de ponerse en el lugar del otro.

El conocimiento, comprensión y control adecuado de las emociones son básicos para que nuestros hijos se desenvuelvan adecuadamente en sociedad pero ¿qué podemos hacer los padres para mejorar la inteligencia emocional de nuestros hijos?

Empecemos por el principio…
A groso modo, el cerebro humano está formado por tres estructuras diferentes:
1. El cerebro reptiliano o de la “supervivencia”. Como su nombre indica se centra en la conservación y supervivencia de la especie (lucha, huida, alimentación, reproducción…)
2. El neocortex o cerebro humano. Se encarga del lenguaje, la cognición, el raciocinio y los movimientos voluntarios.
3. El sistema límbico o cerebro emocional. Exacto, es el que maneja y controla todas nuestras emociones. En él se encuentra la amígdala, una pequeña estructura especialista en cuestiones emocionales que está muy ligada a los procesos de aprendizaje y memoria emocional, con tanto poder que es capaz de movilizar el cuerpo para responder a una emoción fuerte antes de que el cerebro (neocortex) sepa qué ha pasado.
El caso es que el ser humano nace con el sistema límbico desarrollado, pero no ocurre lo mismo con el neocortex, que se va desarrollando poco a poco. ¿Por qué digo esto? Para que tengamos muy presente que nuestros hijos funcionan con el cerebro emocional. Él es el que maneja su cuerpo y sus reacciones. Y es precisamente por esta razón por la que surgen las rabietas o los gritos o las frustraciones incontrolables, porque NO SABEN EXPRESAR LO QUE SIENTEN DE OTRA MANERA. Poco a poco, con nuestro ejemplo y algunas herramientas que nos pueden ser útiles, nuestros hijos aprenderán a expresar lo que sienten de una forma menos estresante.

En cuanto a su clasificación, hay muchas formas de clasificar las emociones pero, en general, podemos clasificarlas en:
1.- Emociones básicas o primarias: son aquellas que se reconocen por una expresión facial característica. Tiene un carácter universal porque dichas expresiones son reconocidas por personas de diferentes culturas. No se aprenden. Forman parte de nuestra genética, de nuestra condición como seres humanos. Estas emociones son: alegría, tristeza, ira, miedo, sorpresa y asco.
2.- Emociones complejas o secundarias: estas emociones las aprendemos a través de la cultura y las interacciones sociales. No proceden de nuestra condición humana, sino que son diferentes en cada cultura. Hablamos de: culpa, celos, vergüenza, envidia o ansiedad, entre otras.

Una vez aclarado todo esto veamos una serie de herramientas para fomentar la inteligencia emocional en nuestros hijos y, por qué no, en nosotros mismos:
Valida las emociones. Seguimos sin ponerlo en práctica. ¿Por qué? Pues probablemente porque no sabemos gestionar nuestras propias emociones y, además, tenemos muy enraizado que las emociones negativas son malas. Tened presente que las emociones no se pueden evitar, ni elegir. Son señales que nos envía nuestro cuerpo para movernos a actuar.

Conviértete en su ejemplo. ¿Das un portazo cuando te enfadas? ¿Le pides que no te grite mientras tú gritas? ¡Cómo pretendes que él no lo haga con el tiempo! Tú eres su mayor referente en la vida. Recuerda que aprenden más por lo que nosotros hacemos que por lo que les decimos.
Aprendemos a reconocer emociones básicas. A partir de los dos años aproximadamente podemos iniciar a nuestros hijos en el reconocimiento de las emociones. Es en ese momento cuando empiezan a interactuar con otros de forma más abierta y podemos aprovecharlo para introducir emociones básicas como la alegría, la tristeza, el miedo o la rabia. ¿Cómo? Utilizando fotografías de rostros, mediante dibujos, preguntándoles cuestiones como:«¿Qué le pasa a este niño?» «¿Está triste?» «¿Por qué crees tú que está triste?». De esta forma aprenden a reconocer no sólo sus emociones poco a poco, sino también las de los demás, y sobre todo, fomentamos su empatía.

Pon nombre a las emociones. Ira, nerviosismo, envidia…damos por supuesto que los niños saben lo que son pero ya hemos visto que no siempre pueden identificarlas. Ellos desconocen el significado de esos sentimientos, aunque los sientan. Comienza a verbalizar y clasificar sus sentimientos y los tuyos propios, así le ayudarás a comprenderlos. “Entiendo que estés nervioso porque es la primera vez que vas al cole”, “hoy estoy enfadado porque he tenido un mal día en el trabajo”.

Así, normalizando la expresión de emociones y mostrando que todos las sentimos, lograremos que nuestros hijos sean capaces de expresarlas, gestionarlas y respetarlas en los demás.

Gracias por leerme y, ya sabéis que si compartís, le dais al “me gusta” o me dejáis vuestros comentarios os estaré muy agradecida.

Un abrazo,

Raquel.

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Educa-t-nos surgió con la intención de dar respuesta a las necesidades de padres e hijos, educativas o sociales que afectan al bienestar familiar. En Raquel Ripoll doy un paso más. Te lo cuento todo en Sobre mí

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